domingo

Sabía que iba a ir allí.

Gin pasó por la ventana del sótano, y poniéndose sus zapatillas de deporte, abrio la ventana apenas el espacio suficiente para dejar caer una bolsa dentro. Llevaba un chandal de adidas classic, la marca de los breakers como quien dice.
Se perdió en el recuerdo de la mirada de Fran, ese tio de segundo de bachillerato que la traía loca, de sus ojillos marrones y de su trenzita en la nuca.
Pero ese duró poco. De repente su mirada se oscureció y a su mente vino la imagen de su mejor amiga, y de la cara que había puesto justo antes de que ella saliera de su casa dando un portazo.
Notó como el móvil vibraba en su bolsillo, pero lo ignoró. Siguió corriendo la calle abajo, y se paró justo frente al metro, ese que tanto le había gustado, la estación de Adrienne. Esa que tenía los planetas del sistema solar colgando por ahí por el techo, y que tanto le había fascinado aquel día.
Se dejó ir, pasó de largo.

Adrienne se quedó parada en la puerta del sotano. Desde allí estaba viéndola, y sabía que era lo que contenía. El lila de las zapatillas se dejaba entrever en lo blanco de la bolsa. No las cogió, simplemente se acercó a la ventana, la dejó abierta y salió de casa conjuntada con ropa deportiva.
Supuso que ella habría hecho lo mismo.
La lluvia la pilló de improvisto. Paró justo al otro lado de la calle, desde allí podía ver el metro en el que se había parado su amiga apenas diez minutos antes. Sabía, de más y de sobra que lo había hecho. siempre lo hacia.
Probó suerte con el móvil, pero nada, ella seguía sin contestar.
Acabó entrando en el Starbucks de siempre a por un café bien cargado y un croissant que le quitara el mal sabor de boca.

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