domingo

Cada cual iba a lo suyo, y ellas por la calle, como unas locas, corrian de un lado a otro. NIÑAS PEQUEÑAS, gritaban por ahí, y con un corte de manga conjunto, volvían a echar a correr.
Ah...que bonita era la amistad, al menos cuando se recuperaba, o cuando aún no se había perdido.
-Adrienne, me tienes harta.
-¿Pero qué he hecho?
-Es que eres lo peor, solo sabes estropear las cosas, macho.
-¿Pero qué...?
La línea se cortó antes de que su amiga terminara de hablar, y con la impotencia ardiendo bajo sus venas, golpeo los puños sobre la mesa.

lunes

Nubecitas con formas de corazón.

Necesitaba una acampada, un momento de relax junto a ella, sería perfecto.
La tienda, el saco, agua, los prismaticos, las gafas de sol, ropa interior, muda, un pañuelo y... ¡EL CUADERNO!

Casi se le olvida, era despistada a más no poder. Se hizo una lista con todas las cosas, y al final, no se le olvidó nada. Adri era así, y a quien le disgustaba, adiós muy buenas. Gin era de la poca gente que la aceptaba sin poner pegas y, quizá por eso, la quería tanto.

-¿Has traido todo? -ya la conocía, sabía lo alocada que era y, también, la poca memoria que tenía.
-Todo, todo, todito.
-Metelo en el coche. Y rumbo a la acampada.

La música a tope, cantando como locas. No necesitaban hablar, ¿para qué? No sirve. Para ellas cantar era especial. Un simbolo.
La verdad es que no sabian bien donde ir, simplemente viajar un poco. Llegaron al lugar, era precioso, verde y frondoso. Desprendía un holor que sabian que nunca se olvidarian de ello. Gin agarró a su amiga del brazo, antes de poner la tienda incluso. La llevo hasta un arbolito, pequeño, dejaba ver el cielo y las nubes. Pero daba una sombra reconfortante. Desde allí, vieron una pequeña nube, la más graciosa de todas. Un corazón. Su nube.

sábado

Mañana sería otro día.

-¿Sabes? Yo creo que las cosas no van siempre mal, lo vuestro era bien bonito.
-No hables de lo que no sabes, Gin.
-Pero, yo...
-Deja el temita, por favor.
-Vale, perdón.

Esa noche Gin se fue temprano a casa, parecía que el sótano se le caía encima de tanto hablar de relaciones pasadas, y es que, aunque dolía, era lo que ambas necesitaban.
El sofá negro con franjas rosadas seguía bajo la ventana, por esa por la que cada noche se colaba ella para ver a Adrienne. Miles de objetos colocados en estanterías blancuzcas, y las paredes a medio pintar de un lila bien clarito.


-Me voy ya.
-¿Te vas? Apenas son las tres, G.
-Estoy cansada, ha sido un día largo, te veo mañana, ¿sí?
-Mmm... Claro, te veo mañana.
Se abrazaron fuerte y se sonrieron la una a la otra, la ventana se cerró tras de Gin y Adrie pusó el cerrojo para que no se abriera.
Mañana sería otro día.

Una noche solitas.

-Gin, dejalo -con su peculiar forma de adivinar las cosas, vio en la cara de Ad que algo raro pasaba.
-No, no, no, no, quiero saber qué pasó -le dio un gran mordisco a su gofre.
-Salimos a la playa, nos bañamos, y me abrazó -la mira con algo de pena en sus ojos.
-Será timido, seguro que quería algo más... -siempre tenía algunas palabras para animarla, quizá por eso es quien es para ella, pero esta vez no fue tan facil.
-Luego le vi besando a no sé que tipa.
-Oh...
La abrazó con fuerza, nada de obligaciones, aquella era una noche para ellas solitas.
Gin fumó, Adri le contó todo lo que pudo de esos días que no hablaron casi nada.
Y la chica con ojos preciosos-Gin- escuchó como nunca a su querida amiga de ojos marrones.

jueves

14.7 Mudanzas.

-Má, ¡ayúdame, esto pesa tres kilos! -Gin tiraba de una gran caja como podía, no sabía que podía haber dentro, pero desde luego, pesaba una tonelada.
Adrienne asomó la cabecita desde la puerta con una sonrisa expléndida.
-¿Te echo una mano?
-¡Txiki! Si por dios, me está entrando calor y todo...
Ambas se rieron y la cogieron en peso, llevándola hasta una de las habitaciones del piso superior.
-¿Por qué no me dijiste que os ibais a mudar?
Gin se quedó pensativa unos instantes para despues encojerse de hombros.
-No lo teniamos claro, no quería hacerte ilusiones.
-Y..¿Tus hermanas y eso?
-Aïsha, está ejerciendo medicina en Toronto, decidio irse a vivir allí con Jason, ¿Te lo puedes creer? Lauren sigue en la ciudad, casada y con una niña guapísima correteando por los pasillos de su casa, con Victor. Y Mariam, está en portugal, trabaja en la ucip de un hospital de Elvas, dejó a su novio, y le va muy bien.
-¡Vaya! Cuanto me alegro, tía.- Sonrío sincera, y la miró con una dulzura infinita.
Gin era una chica extrovertida, era como una hermana mayor para Adrienne, y la verdad, envidiaba su caracter, aunque a veces fuera un poco tonta y pesimista, o realista como suele decir ella. La mira con ojos sabios y maduros, parece que en vez de dieciseis, tenga veinticinco.
Adrie, Adrie es la hermana pequeña que Gin siempre había deseado en su vida. Nunca pensó que una persona que no llevara su sangre en las venas, pudiera formar tanto en ella. Era algo vergonzosa, cosa que a Gin, a veces la sacaba de quicio, pero la admiraba, por su temprana madurez, o al menos, ese atisbo que se veía en su mirada.
-¿Sabes, Ad?- Dijo Gin tumbándose en su nueva cama.
-Dime, G.
-A veces me siento idiota, por haber dejado pasar estos dos años así, sin más, porque ya hace casi dos años que nos conocemos, ¿Sabes? Y eso es mucho, mucho tiempo. Y quería darte las gracias, por todo lo que has hecho por mi, y... bueno, ya sabes.-Sonrojó tanto y tan rápido que Adrienne no pudo más que echarse a reir y abrazarla.
-Idiota, pero por darme las gracias, mujer. Ahora, cuéntame.
-¿El qué?
-Ya sabes, Él.
-No tengo ganas de hablar de eso, mejor otra cosa.
-Te conozco, y estabas deseando que te lo preguntara, asi que suéltalo.
-Lo que quiera que hubiere entre Byron y yo, acabó hace ya mucho tiempo. Y ahora por favor, cuéntame que tal te ha ido este año.

Se sumergieron en un auténtico mar de historias, de amores de verano, de primavera, e incluso de invierno, de esos en los que te acurrucas a los pies de la cama, con la cabecita apoyada en su pecho y sus dedos enredados en tu pelo.

14.07;

Cuando Ad volvió a casa aquella tarde una pila de cajas esperaba en su portal. Se sorprendió demasiado pero creyó que sería de la pareja mayor del ático. Una mujer, guapa y de sonrisa perfecta, intentaba abrir la cancela pero aquello se resistía.
-Má, ¿Puedes abrir? -Adri escuchó su voz, esa que tanto esperaba y necesitaba oir.
-¿Gin? -La muchacha con trenzas asomó la cabeza por detrás del coche, al verse sonrieron y se abrazaron con tal fuerza que mataba distancias.
-¿Qué haces aquí? -consiguió balbucear Adrienne.
-Nos mudamos.
-¿Cómo?
-Ahá.
Se volvieron a abrazar, sonriendo aun más.
Catorce del siete del dosmilnueve.

miércoles

Lunes por la mañana.

Hey, espérame!
Adriene cruzaba la calle a toda prisa con la carpeta pegada al pecho y la mochila colgando sobre sus hombros.
Gin la esperaba impaciente al otro lado.
-¡Venga, tía, que no llegamos!
Hoy Gin llevaba esas Vans que tanto le gustaban, esas lilas y blancas de cordones amarillos. Naturalmente, eran de Adrie.
El vapor se escapaba entre sus labios y su cara sonrojada dejaba ver la fatiga de la carrera.
-Perdón, mi padre me entretuvo en la puerta.
-Tú y tu puntualidad, bonita.
Gin se echó a reir, dejando entrever unos dientes blancos y bien cuidados. Adrie la siguió con una violenta carcajada.
-Vamos, anda.
Ya sonaba la sirena del instituto a lo lejos, y ellas todavía seguían andando como si nada.
-No vamos a llegar, lo sabes ¿No?- Dijo Adrienne disimulando una risilla.
-Bueno, como cada Lunes, el de Historia ya nos conoce.
Ambas rompieron a reir y soltaron las mochilas en uno de los bancos de la plaza de Nunca.
-Tengo que enseñarte algo.
-¿Sí?- Gin se encendió un piti mientras hablaba.
La niña sacó una libreta desgastada de la mochila y se la tendió-
-¿Qué es esto?
-Míralo, está casi terminada.
Pasó las hojas con cuidado y se paró en el final de un parrafo, las letras parecían apreciarse en cursiva.

Y nos conocimos.

Y un corazoncito dibujado a mano. Tal que así. ♥

ejem, ejem.

Creo que tocan las presentaciones, ¿no es así?
Supongo que llevar un blog es difícil, pero llevar tres -contando este- es peor, porque hay que tener mucha inspiración para ello. Sé que merecerá la pena seguir con ello. Solo porque Gin está en el proyecto.
Somos amantes de la literatura, de Zafón, de Daniel Sempere y de "La sombra del viento".
Hemos experimentado unos meses de pausa en la amistad pero, gracias a que las de verdad nunca se rompen, seguimos unidas por lazos invisibles de diamantes (el material más duro).
Puedo alegar que han sido aventuras, historias y relatos que quedarán siempre dentro de nosotras.
Y ahora, gracias por escucharme o leerme.

martes

2.

Gin se acercó despacito, a su espalda, como si no la viera, pero la veía, claro que la veía. Entre lágrimas, pero la veía, más cerca que nunca.
-E..¿Eres tú?La chiquita se giró, dejando ver unos preciosos ojos marrones, una figura altiva, montada con delicadeza sobre unas vans lilas.- hacía unos meses, Gin habría bromeado con robárselas de tanto que le molaban.
-¡Gin, cuantísimo tiempo!
Ella se encogió, como si hubiese recibido un latigazo por respuesta, en vez de palabras. ¿Que le estaba pasando? Llevaba conectado el mp4, pero escuchó la contestación con mucha claridad. Y sintió que todo su mundo se rompía, y no entendía el por qué.

Tú también lo prometiste fuimos dos, equivocados.

Maldita Nerea, le recordaba lo malo que era el miedo a equivocarse, y ¿sabes qué? Ella tenía miedo. Tenía miedo a darse cuenta de que esa chica que tenía delante, no sintiera lo que un día compartieron.

Yo jamás te olvidaré, de noches sin arte, de abrazos vacios.

-¿Estás bien, Gin?
Absorbió las lágrimas como pudo, y levantó la mirada, para enfrentearse a esos ojos que tanto, tanto le decían.
-Solo... venía ha decirte algo.
-Claro, dime.
-Te... yo...mmm...
Adrienne ladeó la cabeza, no entendía a donde quería llegar, o al menos, no creía que fuese lo que ella necesitaba escuchar.
-Te...
-¡Dilo ya!
-Te echo de menos.
Ginevra se dio la vuelta y echó a correr, por miedo a escuchar la respuesta.
-¡TE QUIERO!
Gin frenó en seco. Se giró despació. Posó una mano en sus labios y susurró un te quiero tan bajito, que supuso que ella no lo escucharía. No sentía el frío en sus manos, ni en su nariz sonrojada. Pero si sintió ese dulce abrazo que las unió de nuevo. Y esas manos, haciendo fuerza para no ser separadas nunca.
Ese siempre, que duraría mucho más.
¿Entiendes? Si, de los que duran para siempre, como los besos más bonitos.
Como los amores más sinceros.

Nunca quise hacerte daño, solo es un infierno sostenido, por el miedo a equivocarnos.

1.

-No quiero hablar, no, déjame, vete -Adrienne cerró la puerta con tal fuerza que los papeles de su escritorio salieron volando, eran las dos de la mañana, acababa de llegar a casa. Una noche de fiesta. No era normal en ella, pero había problemas, serios, sus padres, las peleas, él, y también ella.
Alzó la cabeza al oír un leve repiqueteo en su ventana, su cuarto estaba en el piso de arriba pero las horas las mataba en el sótano, antes lúgubre con olor a cerveza, ahora olía a sandía, y tenía luz, todo decorado por ellas. Se levantó y fue a mirar a la ventana, estaba ahí, quieta, mirando al interior, mirandola a ella. Abrió la ventana con cuidado, apoyándose en el sofá de color negro con franjas rosas que había puesto allí hacía ya un año- ¿Qué haces aquí?
-Vengo a verte...
-Llevas tres meses sin venir a verme.
-He oído gritos..
-Si, ¿y qué?
-¿Qué ha pasado?
-No quiero hablar. Ginevra, vete.
-No quiero -se deslizó hasta el sofá y se tumbó en él- sigo a tu lado, llevamos mucho diciendo que sería como antes y nunca es.
-Hoy no.
-¿Por qué? Antes nos quedábamos horas y horas levantadas, hablando.
-Ahora es ahora.
-Sí, y ahora quiero que me escuches. Ad, llevamos meses sin hablar, cada vez que quiero hablar contigo me rehuyes, sales corriendo, y así no hay forma de arreglar nada. Escúchame -hizo un esfuerzo por abrir la boca pero no salió nada de ella- y cierra esa bocaza -Ad la cerró y las dos se rieron- se buena y dame un abrazo, dime que me quieres y cuéntame que ha pasado... Ya sabes que en traumas familiares soy la mejor -abrió los brazos y Ad se tiró sobre ella- te he echado demasiado de menos enana.
-Yo a ti también... -Se echó a llorar, como tonta lloró, porque una amistad se pierde, se recupera, se oxida, se aleja pero jamás, JAMÁS se olvida.